Intenciones Misioneras Mensuales

DICIEMBRE 2010
La experiencia del dolor personal ayude a los dolientes.
General:
Para que la experiencia del sufrimiento sea ocasión para comprender las situaciones de malestar y de dolor de las personas solas, enfermos y ancianos, y estimule a todos a salir a su encuentro con generosidad.


Abrir las puertas a Cristo
Misionera:
Para que los pueblos de la tierra abran las puertas a Cristo y a su Evangelio de paz, fraternidad y justicia.


Del Vaticano, 31 de diciembre de 2008
Benedictus XVI
(Agencia Fides 3/2/2009)

NOVIEMBRE 2010
Drogadictos y víctimas de toda forma de dependencia
General:
Para que cuantos son víctimas de la droga y de toda forma de adicción encuentren en el poder de Dios Salvador la fuerza de cambiar radicalmente su vida, gracias al apoyo de la comunidad cristiana.


La misión continental en la América latina
Misionera:
Para que las Iglesias de América Latina prosigan la misión continental propuesta por sus Obispos, insertándola en la tarea misionera universal del Pueblo de Dios.
 

OCTUBRE 2010
Las Universidades Católicas
General:
Para que las Universidades Católicas sean cada vez más lugares donde, gracias a la luz del Evangelio, sea posible experimentar la armónica unidad que hay entre fe y razón.


La Jornada Misionera Mundial
Misionera:
Para que la celebración de la Jornada Misionera Mundial sea ocasión para comprender que la tarea de anunciar a Cristo es un servicio necesario e irrenunciable que la Iglesia está llamada a desempeñar en favor de la humanidad.

 

SEPTIEMBRE 2010
La Palabra de Dios signo de desarrollo social
General:
Para que en las regiones menos desarrolladas del mundo el anuncio de la Palabra de Dios renueve el corazón de las personas, alentándolas a ser protagonistas de un auténtico progreso social.


El fin de las guerras
Misionera:
Para que abriendo el corazón al amor, se ponga fin a tantas guerras y conflictos que aún ensangrientan el mundo.
 

AGOSTO 2010
Los desocupados y los sin techo
General:
Para que los sin trabajo, sin techo y cuantos viven en grave situación de necesidad encuentren comprensión y acogida y sean ayudados de forma concreta a superar sus dificultades.


Los discriminados, hambrientos, emigrados
Misionera:
Para que la Iglesia sea el "hogar" de todos, pronta a abrir sus puertas a cuantos son obligados a emigrar a otros países por las discriminaciones raciales y religiosas, el hambre y las guerras.
 

JULIO 2010 
Justicia en las elecciones de los gobernantes
General:
Para que en todas las naciones del mundo las elecciones de los gobernantes se realicen según la justicia, trasparencia y honestidad, respetando las decisiones libres de los ciudadanos.


Una cultura urbana de justicia, solidaridad y paz
Misionera:
Para que los cristianos se comprometan a ofrecer en todas partes, especialmente en los grandes centros urbanos, una contribución válida a la promoción de la cultura, de la justicia, de la solidaridad y de la paz.
 

JUNIO 2010
El respeto de la vida humana
General:
Para que todas las instituciones nacionales y transnacionales se comprometan a garantizar el respeto de la vida humana, desde la concepción hasta su fin natural.
 

Las Iglesias en Asia
Misionera:
Para que las Iglesias en Asia, que constituyen "una pequeña grey" entre poblaciones no cristianas, sepan comunicar el Evangelio y testimoniar con gozo su adhesión a Cristo.

 

MAYO 2010
El tráfico humano
General:
Para que se ponga fin al vergonzoso e inicuo comercio de seres humanos, que tristemente involucra a millones de mujeres y niños.


Los sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos
Misionera:
Para que los ministros ordenados, las religiosas, religiosos y los laicos comprometidos en el apostolado, sepan infundir entusiasmo misionero a las comunidades confiadas a su cuidado.

 

ABRIL 2010
El fundamentalismo y el extremismo.
General:
Para que toda tendencia hacia el fundamentalismo y el extremismo sea contrarrestada por el constante respeto, la tolerancia y el diálogo entre todos los creyentes.


Los cristianos perseguidos
Misionera
: Para que los cristianos perseguidos por causa del Evangelio, sostenidos por el Espíritu Santo, perseveren en el fiel testimonio del amor de Dios por toda la humanidad.
 

MARZO 2010 
La economía mundial
General
: Para que la economía mundial se desarrolle según criterios de justicia y de equidad, teniendo en cuenta las exigencias reales de los pueblos, especialmente de los más pobres. 
 Las Iglesias en África
Misionera: Para que las Iglesias en Africa sean signo e instrumento de reconciliación y de justicia en todas las regiones del Continente. 

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – África es un continente lleno de esperanza y de vitalidad en la fe, pero tiene igualmente algunas situaciones que debe resolver en orden a poder desarrollar plenamente toda su potencialidad para el bien y la extensión del Evangelio. No podemos olvidar que muchas de las carencias actuales son fruto de los abusos que se han cometido sobre África en el pasado. En la clausura del último Sínodo para África, afirmaba Benedicto XVI: “Pensamos en particular en los hermanos y hermanas que en África sufren pobreza, enfermedades, injusticias, guerras y violencias, y emigraciones forzadas” (25-10-09).
Nuestros hermanos africanos deben sufrir una serie de limitaciones que el egoísmo de otros les ha impuesto. Se ha puesto de relieve que dentro de las fronteras heredadas de las potencias coloniales, la coexistencia de grupos étnicos, tradiciones, lenguas e incluso religiones diversas, a menudo encuentra obstáculos debido a graves hostilidades recíprocas (cfr. Ecclesia in Africa, 49).
Benedicto XVI ha señalado que “la Iglesia reconciliada es una poderosa levadura de reconciliación en cada país y en todo el continente africano” (25-10-09). A pesar de las guerras y las divisiones étnicas, la Iglesia quiere realizar esa misión de unidad, para hacer de África una imagen de la humanidad nueva reconciliada en el amor. Es cierto que esta reconciliación se realiza solamente en el perdón, a veces heroico, de las ofensas. “La fe en Jesucristo –afirma el Papa-cuando se entiende bien y se practica, guía a los hombres y a los pueblos a la libertad en la verdad o, por usar las tres palabras del tema sinodal, a la reconciliación, a la justicia y a la paz” (Ibid.).
Para conseguir la unidad y mantener la paz, Juan Pablo II invitaba a mantener dentro de la Iglesia, como Familia de Dios, un constante diálogo, porque “la actitud de diálogo es el modo de ser del cristiano tanto dentro de su comunidad, como en relación con los demás creyentes y con los hombres y mujeres de buena voluntad” (Ecclesia in Africa, 65). Este diálogo debe extenderse en un sentido ecuménico con todos los hermanos bautizados de las demás confesiones cristianas, a fin de lograr la unidad por la que Cristo oró, y hacer de este modo el Evangelio más creíble a los ojos de aquellos que buscan sinceramente a Dios.
La Iglesia, en su servicio al hombre, quiere recorrer el camino de la justicia. Por eso transmite el mensaje de la salvación conjugando la evangelización y la promoción humana. Este desarrollo integral es el único camino para salir de la esclavitud de la enfermedad y del hambre. “Esto significa –afirma el Papa- transmitir el anuncio de esperanza según una "forma sacerdotal", es decir, viviendo en primera persona el Evangelio, intentando traducirlo en proyectos y realizaciones coherentes con el principio dinámico fundamental, que es el amor “ (Ibid.).
No podemos terminar sin recordar una verdad fundamental: Cristo es el único Salvador de los hombres. No son la técnica y el desarrollo humano, en sí mismos, quienes salvan al hombre. Siendo una condición necesaria, el desarrollo no lo es todo. La Iglesia, como Pueblo sacerdotal está llamada a llevar a los hombres al encuentro con Cristo para que puedan participar de su vida. Por eso, a través de los sacramentos, los pone en contacto con el Médico divino, que ha venido, no a buscar a los sanos, sino a los enfermos. “Así la comunidad eclesial, siguiendo las huellas de su Maestro y Señor, está llamada a recorrer decididamente el camino del servicio, a compartir hasta el fondo la condición de los hombres y las mujeres de su tiempo, para testimoniar a todos el amor de Dios y así sembrar esperanza” (Benedicto XVI, 25-10-09) (Agencia Fides 26/02/2010; 

Febrero 2010

Los científicos
General:
Por todos los científicos y las personas de la cultura, para que por medio de la sincera búsqueda de la verdad puedan llegar al conocimiento del único Dios verdadero..


La identidad misionera de la Iglesia
Misionera
: Para que la Iglesia, consciente de su identidad misionera, se esfuerce en seguir fielmente a Cristo y en proclamar su Evangelio a todos los pueblos.
 

Enero 2010

“Para que todos los creyentes en Cristo tomen conciencia de que la unidad entre todos los cristianos constituye una condición para hacer más eficaz el anuncio del Evangelio”

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La unidad de todos los discípulos de Cristo, es uno de los deseos más profundos de su corazón. Ya en la Última Cena, el Señor manifiesta a sus Apóstoles, en ese ambiente de intimidad y confidencia, su deseo de unidad. Ese deseo se transforma en súplica confiada al Padre: “Que todos sean uno” (Jn 17, 21). Nosotros debemos unirnos a la oración de Cristo, y rogar intensamente por la unidad. Todo el misterio pascual de Jesús está dirigido a ese fin. Él va a morir, como profetizó Caifás incluso sin saberlo, para “reunir a los hijos de Dios dispersos” (Jn 11, 52).
El 25 de enero de 2007, afirmaba Benedicto XVI: “Al concluir la Semana de oración por la unidad de los cristianos, somos aún más conscientes de que la obra del restablecimiento de la unidad, que requiere nuestra energía y nuestro esfuerzo, es en cualquier caso infinitamente superior a nuestras posibilidades. La unidad con Dios y con nuestros hermanos y hermanas es un don que viene de lo alto, que brota de la comunión de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que en ella se incrementa y se perfecciona”. Al tomar conciencia de que la unidad es un don que sólo Dios puede conceder, debe acrecentarse nuestra oración pidiendo esa gracia.
La unidad tiene una fuerza apostólica imparable. En las primeras comunidades cristianas que nos describe Tertuliano, el amor entre los creyentes era su fuerza de conquista: “Mirad cómo se aman”. La división produce ante los ojos de los que observan, una gran desconfianza. No pueden sentir atracción a participar en la vida y en la fe de aquellos que están divididos. La unidad procede del amor y es manifestación de éste, y el amor siempre cautiva. La caridad es el vínculo de la unidad consumada. La falta de unidad debilita inmensamente el anuncio del Evangelio.
Por eso, ante la división, debemos ser conscientes de que la unidad requiere una conversión. Hablando de esta conversión, explica el Santo Padre: “La conversión implica dos dimensiones. En el primer paso se conocen y reconocen a la luz de Cristo las culpas, y este reconocimiento se transforma en dolor y arrepentimiento, en deseo de volver a empezar. En el segundo paso se reconoce que este nuevo camino no puede venir de nosotros mismos. Consiste en dejarse conquistar por Cristo” (25-1-2009). En el caso de S. Pablo, su conversión no fue el paso de una vida inmoral a una moralidad cabal, sino que consistió en ser conquistado por el amor de Cristo, renunciar a la propia perfección. «Sólo en la renuncia a nosotros mismos, en esta conformidad con Cristo podemos estar unidos también entre nosotros, podemos llegar a ser “uno” en Cristo. La comunión con Cristo resucitado es lo que nos da la unidad» (25-1-2009).
La Iglesia nació como fruto del misterio pascual de Cristo, por la acción del Espíritu Santo. Los Apóstoles estaban en oración con María, reunidos junto a Ella. Aquella que era el recuerdo vivo de Jesús, se convierte en vínculo de unidad para los que le aman. Pidámosle a Ella, Madre de la unidad, que interceda ante su Hijo para conseguir la anhelada unidad entre los miembros de Cristo.

Diciembre 2009

“Para que en Navidad los Pueblos de la tierra reconozcan en el Verbo Encarnado la luz que ilumina a toda la humanidad, y las Naciones abran las puertas a Cristo, Salvador del mundo” - Comentario a la Intención Misionera indicada por el Santo Padre para el mes de diciembre de 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Entre los países de tradición cristiana, nadie podrá negar que la Navidad es el tiempo más entrañable del año. Es cierto que el materialismo reinante, intenta minimizar cada vez más el sentido cristiano de esta fiesta, dando más importancia al nuevo año, o presentándola simplemente como afable encuentro familiar.
De cualquier modo, Cristo nacido de María, es el Verbo, es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo (cf. Jn 1, 9). Todos los hombres tienen en su corazón la necesidad de un Salvador. Aquellos que sinceramente buscan el sentido profundo de su existencia más allá de lo efímero, encuentran en su propio ser una sed de infinito que nada ni nadie puede llenar. Se saben deseosos de lo eterno, y al mismo tiempo se experimentan incapaces de alcanzarlo por sí mismos. La Iglesia tiene la misión de presentar al mundo la luz de Cristo, porque la plenitud de verdad que ha recibido, no puede guardarla para ella sola. Como un nuevo Juan Bautista, cada bautizado debe ser “testigo de la luz”.
Afirma Benedicto XVI que “para llegar a Jesús, luz verdadera, sol que disipó todas las tinieblas de la historia, necesitamos luces cercanas a nosotros, personas humanas que reflejen la luz de Cristo e iluminen así el camino por recorrer” (8-12-2007). Este “reflejar” la luz es esencial a la misión de la Iglesia. Debemos hacernos limpios para reflejar, para transparentar a Dios. La aspiración a la santidad hace creíble el testimonio de la luz. Pero podemos preguntarnos, ¿qué es la luz? ¿Es sólo una metáfora sugestiva, o a la imagen corresponde una realidad? La palabra del Papa nos ayuda a aclarar este interrogante: “El apóstol san Juan escribe en su primera carta: ‘Dios es luz, en él no hay tiniebla alguna’ (1 Jn 1, 5); y, más adelante, añade: ‘Dios es amor’. Estas dos afirmaciones, juntas, nos ayudan a comprender mejor” (6-1-2006). Dios es luz porque es amor, y nosotros nos convertimos en personas que “iluminan” en la medida en que amamos. Somos testigos de la luz en la medida en que somos testigos del amor.
Cuando el Papa pide que “los Pueblos de la tierra reconozcan en el Verbo Encarnado la luz que ilumina a toda la humanidad”, está pidiendo que los hombres reconozcan el amor de Dios sobre ellos. “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único para que no perezca ninguno de los creen en Él sino que tengan vida eterna” (Jn 3, 16).
El teólogo medieval Guillermo de S. Thierry dijo una vez: Dios ha visto que su grandeza – a partir de Adán – provocaba resistencia; que el hombre se siente limitado en su ser él mismo y amenazado en su libertad. Por lo tanto, Dios ha elegido una nueva vía. Se ha hecho un niño. Se ha hecho dependiente y débil, necesitado de nuestro amor. Ahora – dice ese Dios que se ha hecho niño – ya no podéis tener miedo de mí, ya sólo podéis amarme.
Cuando se comprende que el Dios-amor se ha hecho carne por nosotros en el Niño de Belén, es más fácil abrir las puertas a Cristo, porque todos quieren abrir las puertas al amor.
Para aprender a ser personas que transparentan la luz, contemplemos a María. ¿Qué criatura ha sido más luminosa que Ella? María, aurora que anuncia al Sol de justicia que nace de lo alto (cf. Lc 1, 78), será para todos los hombres estrella de esperanza, maestra que nos enseña a ser “transparencia de la Luz”. (Agencia Fides 28/11/2009)

Octubre 2009

“Para que el pueblo de Dios, que recibió de Cristo el mandato de ir a predicar el Evangelio a todas las creaturas, asuma con empeño su responsabilidad misionera y la considere como el mayor servicio que puede ofrecer a la humanidad” - Comentario a la Intención Misionera del Santo Padre para el mes de octubre de 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Jesucristo ha sido enviado por el Padre para la salvación de los hombres. “Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,17). Cristo, antes de ascender al cielo, le confió a la Iglesia el mandato de continuar su misión en el mundo. “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19). En los años que siguieron al Concilio Vaticano II se difundieron algunas corrientes teológicas que, mal interpretando los textos conciliares, intentaron poner en duda la necesidad de la misión Ad Gentes. Consideraban que predicar la fe a los hombres era un atentado contra su libertad. El Concilio había afirmado: “La Divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta” (LG, 16). ¿Y entonces para que predicar el Evangelio si también los no creyentes pueden alcanzar la salvación?
En su Mensaje por la Jornada Misionera Mundial del 2009, que se celebrará el 18 de octubre, el Santo Padre Benedicto XVI recuerda que la Iglesia no predica el Evangelio por un afán de poder o de dominio sobre las personas: “Reafirmo con fuerza lo que ha sido varias veces dicho por mis venerados Predecesores: la Iglesia no actúa para extender su poder o afirmar su dominio, sino para llevar a todos a Cristo, salvación del mundo” (Mensaje por la Jornada Misionera 2009, introducción). Conocer a Cristo es conocer la libertad. Todos los seres humanos tienen el derecho de recibir la Buena Noticia del amor de Dios y de alcanzar la plenitud humana llegando a ser hijos de Dios.
La Iglesia tiene una vocación de servicio, siguiendo el ejemplo de su Maestro, que “no vino para ser servido sino para servir”. Lo afirma el Santo Padre: “Nosotros no pedimos sino el ponernos al servicio de la humanidad, especialmente de aquella más sufriente y marginada” (Mensaje por la Jornada Misionera 2009, introducción).
La humanidad de nuestros días esta experimentando un desarrollo impensable en el ámbito de las ciencias y de la técnica, sin embargo parece haber olvidado los valores más profundos del hombre. Juan Pablo II afirmaba en la encíclica “Redemptoris Missio”, que el hombre contemporáneo ha perdido el sentido de las realidades últimas y de su misma existencia (cf. RM, 2). Es parte esencial de la misión de la Iglesia iluminar el camino del ser humano presentando a Cristo, Luz de todos los pueblos.
“La humanidad entera, tiene la vocación radical de regresar a su fuente, que es Dios, el único en Quien encontrará su realización final mediante la restauración de todas las cosas en Cristo” (Mensaje por la Jornada Misionera 2009, n. 1). La Iglesia ha recibido esta misión y no puede traicionarla. Anunciar a Cristo no es una tarea de los otros, es el centro de la vida y de la misión de la Iglesia. La misión universal debe convertirse en una constante fundamental de la vida de la Iglesia. Anunciar el Evangelio, recuerda el Santo Padre, deber ser para nosotros, como lo fue para el Apóstol Pablo, un compromiso impostergable y prioritario.
La misión es tan esencial a la Iglesia que sus miembros deben estar dispuestos a dar testimonio de Cristo incluso con el sacrificio de la propia vida. La sangre continua siendo el testimonio más elocuente del amor de Dios con los hombres. La Iglesia debe afrontar el mismo destino de su Maestro. “Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Jn 15,20). La Iglesia por lo tanto sigue su camino y enfrenta el mismo destino de Cristo ya que no actuar según una lógica humana o apoyándose en sus propias fuerzas, sino que sigue el camino de la Cruz, haciéndose, en obediencia filial al Padre, testigo y compañera de viaje de esta humanidad.
En este mes de octubre, mes misionero, estamos llamados a intensificar la oración al Espíritu Santo, alma de la misión, para que crezca en toda la Iglesia, y en todo el pueblo de Dios, la pasión por anunciar el Evangelio a todos los hombres. (Agencia Fides 30/9/2009

Setiembre 2009
“Para que los cristianos en Laos, en Camboya y en Myanmar, que encuentran a menudo grandes dificultades, no se desanimen en el anunciar el Evangelio a sus hermanos, confiando en la fuerza del Espíritu Santo” - Comentario a la intención Misionera indicada por el Santo Padre para el mes de septiembre de 2009

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