La Misión en el recuerdo

Las Hermanas del Instituto Nuestra Señora de los Apóstoles, de diversas nacionalidades, y presentes en 20 países, vivimos la misión a través de diversas actividades.

La animación de las parroquias y de las comunidades cristianas en formación y la catequesis constituyen el centro de nuestra acción.

Pero también la atención a los enfermos - desde los inicios de la Congregación- es una de las tareas esenciales que motivó la creación de dispensarios, hospitales, leprosarios, maternidades y centros de protección infantil. Actualmente todos estos lugares se han africanizado, y lo mismo sucede con las escuelas y los hogares e internados. Por eso hoy, generalmente, las Hermanas colaboran activamente con los responsables africanos, libaneses...

Nuestro rol es estar plenamente al servicio de un Evangelio de vida y de fraternidad. Esto explica el por que de nuestro interés en el desarrollo material y humano, de los países donde somos enviadas.

A continuación compartimos los testimonios cargados de emoción y de humor de nuestras Hermanas ancianas...en aquellas épocas, las condiciones de vida, de alojamiento, alimentación, etc. eran muy distintos a lo que vivimos hoy en la misión...También tengamos en cuenta que las mujeres de los años 1930-40 no tenían la costumbre de salir a recorrer el mundo...ni tampoco tenían demasiadas posibilidades de informarse sobre la situación y cultura de los pueblos a los que eran enviadas...

Ahora éstas mismas misioneras intrépidas siguen entregándose día a día en la vida fraterna, con pequeños trabajos y en la oración. Gracias a las revistas, diarios, télevision, radio, etc., ellas siguen el ritmo del mundo...sus corazones permanecen jóvenes y siguen vibrando por la misión.

Esta sección no tiene por objetivo anclarnos en el pasado, sino la de dejarnos interpelar por el ímpetu misionero que animaba a éstas intrépidas mujeres que arriesgaron todo por la misión....

"Siendo muy joven, escuché el llamado de Cristo"

Hermana Hélène Fayard, nsa

Nací en 1914 en un pequeño pueblo de 1800 habitantes, en una familia de campesinos cristianos practicantes. Como mi madre ya tenía tres pequeños niños, yo fuí criada por mis abuelos. Ellos eran buenos y piadosos. Es sin duda junto a ellos que germinó mi vocación religiosa. Recuerdo muy bien cómo cada tarde, arrodillados ante la imagen de la Virgen que tenían en su habitación, rezábamos con mucha fe y devoción. Yo aprendí a leer sentada en las rodillas de mi abuelo y regresé a mi familia cuando ya tenía 7 años. Fue necesario aprender otra manera de vivir.

Fuí a la escuela hasta los 11 años y luego ayudaba en las tareas del hogar y de la granja. Éramos 11 hermanos: dos varones y nueve niñas. A los 13 años entré enla fábrica de hilos de seda: largas jornadas de 10 horas de trabajo...

Desde muy joven escuché el llamado de Cristo: la Cruzada Eucarística, las cadetes de Cristo, el Apostolado de la Oración, me ayudaron a responderle. A los 17 años, mis padres me aconsejaban esperar a la mayoría de edad antes de comprometerme en la vida religiosa. Mientras tanto yo continuaba mi discernimiento y visitaba diversas casas religiosas en Paray le Monial y en Lyon.

Yo pensaba en la vida religiosa de clausura, por eso tenía en mente el Carmelo o las Clarisas, pero el Padre Henri Perray me aconsejó de visitar a las Hermanas Misioneras en Venissieux...y allí fui recibida por la Madre Catherine...

Inmediatamente me sentí atraída por éste estilo de vida y estaba lista a partir en misión. Leía numerosas revistas misioneras, iba cada domingo a la bendición con el Santísimo Sacramento en Moulin au Vent, y me gustaba conversar con las Hermanas.

El 21 de noviembre de 1935 ingresé al postulantado, y el 8 de setiembre de 1938, pronunciaba mis Primeros Votos: Fue el día más hermoso de mi vida. Al año siguiente fui enviada en misión a Dahomey (actual República del Benín).